Marchas y contramarchas alrededor del viaje del Presidente a la Cumbre de las Américas

Diferencias con México complicaron la estrategia oficial, que pasó de rechazar la ausencia de Venezuela, Cuba y Nicaragua a participar de la cumbre; Fernández viaja el martes y Kulfas, que era parte de la delegación, quedó abajo.

“Por algo existe el término mexicaneada. Nos hicieron pisar el palito y luego se corrieron”. La pragmática evaluación, salida de boca de un diplomático argentino con responsabilidades, marca la sensación del Gobierno en relación a la discusión sobre la participación argentina en la Cumbre de las Américas, finalmente saldada con la confirmación de la presencia en Los Ángeles del propio presidente Alberto Fernández.

En tren de seguir lo acordado con el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, según comentaron dos altas fuentes oficiales, Fernández amagó con no ir a la cumbre, luego dejó circular el rumor de una “contracumbre” de tono crítico con Estados Unidos, para más tarde desmentir todo y terminar aceptando la invitación de Joe Biden y viajar al evento, pensado por Washington para reforzar su liderazgo regional.

López Obrador fue, precisamente, quien desató la “rebeldía” de varios países del continente, al condicionar su presencia a la invitación a Cuba, Venezuela y Nicaragua, una invitación que finalmente no se producirá por decisión política del gobierno norteamericano. La reunión en ciudad de México del canciller Santiago Cafiero con su par Marcelo Ebrard dio la pauta de la elaboración de una estrategia en común, centrada en la participación “crítica” de Fernández, mientras López Obrador mantuvo su postura de no concurrir, aunque sí enviar al propio Ebrard-a quien muchos señalan como su posible sucesor-a la reunión que comienza formalmente el lunes.

Aunque el Presidente viajará recién el martes, después de un fin de semana movido en el que debió pedirle la renuncia a Matías Kulfas, el ahora exministro de Desarrollo Productivo, que también hubiera participado de la delegación argentina en la cumbre de las Américas.

Fernández mismo declaró el domingo pasado en el sitio El Cohete a la Luna que López Obrador (también mencionó al presidente venezolano Nicolás Maduro) le pidió que fuera “a representar la voz de los excluidos” en la cumbre. Y López Obrador cerró el círculo negando, un día después, que México pensara en organizar una reunión paralela junto a los díscolos del continente.

Entre tantas idas y vueltas, también los funcionarios que rodean al Presidente debieron adaptarse. El secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Beliz, participó de la reunión del Presidente con el enviado de Biden, el exsenador Christopher Dodd, un encuentro no exento de rispideces según testigos, en el que el Presidente -según voceros oficiales- criticó los “bloqueos” contra Venezuela y Cuba, y el embajador norteamericano Marc Stanley habría defendido la decisión de su gobierno de no invitar a los países señalados por violaciones a los derechos humanos y sostenidos en el poder por elecciones sospechadas de fraude.

Mientras cerca de Beliz guardan silencio, otros miembros del Gobierno aseguran que el Presidente no quedó nada conforme con el encuentro y tampoco con la “mediación” que intentó el secretario en medio de la discusión con los diplomáticos. “Trabajás para el Gobierno, no para vos ni para Estados Unidos”, le habría dicho entonces el Presidente.

Los giros también se dieron en el discurso oficial. El jueves, la portavoz Gabriela Cerruti adjudicó a los “dimes y diretes del periodismo” la intención oficial de armar el almuerzo con todos los integrantes de la Celac en la misma ciudad de la cumbre. Pero la agencia de noticias oficial Télam y distintos medios habían dado cuenta de voces del oficialismo indicando que esa reunión era una posibilidad, como desafío directo a Washington y como modo de contener a los excluidos, quienes de todos modos ya habían hecho su propia “contracumbre”, incluyendo por ejemplo al presidente boliviano Luis Arce, quien ratificó que no irá a Los Angeles en sintonía con Caracas y La Habana.

Si bien queda claro, según afirman en Cancillería, que Fernández y su par chileno Gabriel Boric sostendrán posturas “críticas” hacia Washington, se espera el discurso del Presidente para ver hasta dónde llegará el desafío hacia los anfitriones, que de hecho ya pactaron con él una reunión a nivel presidencial para el 25 de julio. Durante esta semana, ya en Los Ángeles, delegados de los distintos países -por Argentina está el subsecretario de Asuntos Latinoamericanos, Gustavo Martínez Pandiani- estuvieron avanzando en los acuerdos y documentos técnicos, pero a nadie escapa que el documento conjunto final llegará después de la discusión política a nivel presidencial.

Ejes de la disputa

Los delegados trabajan sobre 5 ejes: democracia y gobernabilidad; desarrollo verde sostenible; salud y resiliencia; transformación digital y energía. De todos ellos, el que aparece más problemático y dónde habrá diferencias será el primero, ya que-según fuentes diplomáticas nacionales- hay distintas posturas “en los temas de observación electoral, definición de democracia y ruptura del régimen democrático”. Habrá, se prevé, una nueva andanada contra la OEA por su rol “parcial” ante los sucesos que siguieron a la elección presidencial de 2019 en Bolivia, que según el ex presidente Evo Morales decantaron en un “golpe de Estado” en su contra luego de que el comicio fuera denunciado por fraude. “Ese es el mayor conflicto”, sugieren desde la diplomacia argentina, recordando que el gobierno interino de Jeannine Añez en Bolivia, que culminó con el triunfo de Arce-fue en su momento reconocido por Estados Unidos.

“El eje de las diferencias van a ser las exclusiones, nosotros preferimos la unidad en la diversidad”, comentaron desde el Gobierno, dónde a falta de la bilateral con Biden (será el 25 de julio) también le bajaron el precio a la búsqueda de un eventual encuentro del Presidente con su par brasileño Jair Bolsonaro, que de producirse sería el primero en dos años y medio de gestión del Frente de Todos.

“Hoy la foto no le sirve a ellos, porque tienen elecciones en octubre, y tampoco a nosotros”, se sinceraron desde el Gobierno, aunque dejaron abierta la posibilidad de un encuentro “casual” con Bolsonaro, que aceptó ir hace pocos días. Un saludo durante la cumbre que, cuando menos, ayude a mover las hoy estancadas aguas del Mercosur.