RUINAS JESUITICAS

Todo el significado de las construcciones levantadas por los misioneros católicos de la Compañía de Jesús -conocidos como jesuitas-, todavía está latente en las Ruinas que quedan en pie en distintos lugares de la Provincia de Misiones, en medio de un misterio y magnetismo que brota de esas paredes coloradas como un canto de la historia; un contacto con las raíces de América. En la tierra roja las ruinas testimonian la grandeza de la obra jesuítica, donde la cultura indígena, se aunó con la europea. San Ignacio, Loreto, Santa Ana, Santa María y Nuestra Señora de la Candelaria reflejan testimonios de lo que fueron los pueblos de las Misiones Jesuíticas Guaraníes.

Reducción Jesuítica Nuestra Señora de Loreto

La primera reducción fue fundada en 1610 por los Padres José Cataldino y Simón Masseta, en el Guayrá, en la ribera izquierda del río Pirapó. Emigra en 1631 junto con San Ignacio y otros pueblos conducidos por el Padre Antonio Ruiz de Montoya a las márgenes del arroyo Yabebirí. Después de algunos asientos provisionales, se establece, en 1686 en el lugar donde hoy quedan los restos de sus ruinas. Vecina al actual pueblo de Loreto, a 16 km. de San Ignacio.


Las ruinas, invadidas por la selva, ocupan una extensión de 75 hectáreas. Como otras misiones, presenta un trazado ordenado alrededor de la plaza donde se alzaba el conjunto de la iglesia, sacristía, casa de los padres, escuela, cementerio, huerta y otras dependencias comunitarias. Las tiras de vivienda de los aborígenes guaraníes ocupaban los lados restantes, y continuaban por el lado sur del conjunto eclesial. La iglesia tenía tres naves con cúpula sobre el crucero y presbiterio recto, pórtico con gradería de piedra y una imagen de la Virgen de Loreto coronando la puerta principal; el campanario, exento, era único por su monumentalidad.



Loreto era un centro de peregrinación. La calle al frente de la iglesia conectaba con dos sub-centros ubicados fuera del área urbana. Hacia el sur estaban la plaza ceremonial, con una capilla dedicada a la Virgen, a la que se accedía por una escalinata monumental, y el coty-guazú o casa de viudas. Hacia el norte, se distinguen los restos de una capilla hexagonal.



La construcción es de piedras, piedras y adobes o tapias; las estructuras eran de madera y las cubiertas principales, de tejas. Existen restos de obras utilitarias, como letrinas y canalizaciones de riego, de las que se han extraído importantes testimonios arqueológicos de la vida cotidiana en las misiones ( botellas de vidrio, vajilla de porcelana, etc.) En la misión de Loreto, que se especializó en la producción de yerba mate, se instaló la prensa con la que se editaron, a partir del 1700, algunos de los primeros libros producidos en el actual territorio argentino. En 1984, el Conjunto de Loreto fue incluido en la Lista del Patrimonio Mundial.



REDUCCIÓN JESUITICA DE SAN IGNACIO MINI:

Fue fundada en el año 1.610 , por los Padres José Cataldino y Simón Masseta en la rivera izquierda del río Paranápanema, en el Guairá. Estos habian sido enviados por el Primer Provincial de las Misiones, Padre Diego de Torres, a evangelizar la región del Guayrá. Los indígenas se redujeron en grupos, adoptando junto con las enseñanzas del Evangelio, hábitos de trabajo e ideas de organización social. Pero las poblaciones del Guayra no pudieron resistir los ataques de los mamelucos o bandeirantes paulistas que buscaban aprisionar a los indigenes y venderlos como esclavos, éste y otros pueblos debieron emigrar, en 1631; conducidos y organizados por el Padre Antonio Ruiz de Montoya quien condujo el éxodo de 12.000 aborígenes a través de las selvas y los ríos arribando a orrillas del arroyo Yabebirí de la actual provincia de Misiones. Luego de varios asentamientos temporarios, en 1696 se traslado y estableció definitivamente en su lugar actual; denominada SAN IGNACIO Mini o de IPAMBUCU (recibió este nombre por haberse fundado después de la otra San Ignacio, Guazú.



En su apogeo llegó a contar con una población de 4.500 guaraníes. Expulsados los Jesuitas en 1767, San Ignacio Miní sobrevivió hasta que fue destruido, como otros pueblos, durante la guerra de fronteras de 1817. A pesar de ello, un grupo de guaraníes al mando del Cacique Cristaldo, volvió a asentarse en el lugar. Esta repoblación no prosperó porque las tropas paraguayas asolaron los pueblos paranaenses en 1.821.

Las ruinas de la Misión han quedado insertas en el trazado del actual pueblo de San Ignacio.



La planta urbana de la mision se organizada alrededor de la plaza y estaba presidida por el conjunto que integraban el cabildo y el templo mayor, con baptisterio y sacristía, a uno de cuyos costados se ubicaban la casa de los padres, la escuela, el refectorio, el patio de los talleres y depósitos; y al otro, el cementerio, la huerta y el coty-guazú. Las tiras de vivienda de los indios, con sus dobles galerías, completaban los límites de la plaza. La entrada principal, desde el norte, era una calle central cuya perspectiva, focalizada en la portada del templo, manifiesta la concepción barroca con que se estructuraba el espacio urbano en las misiones.



El templo mayor, de tres naves, fue construido con piedras de asperón rojo de la zona, que originalmente estaban asentadas con perfecto ajuste, sin argamasa; la cubierta era de tejas, a dos aguas, sostenida por estructura de madera. Elaborados diseños en piedra labrada destacaban los sectores principales del templo, como el portal de entrada, el de la sacristía, y el que conectaba el templo con la escuela. En las figuras de ángeles, palomas y motivos de la flora local se aprecia la impronta guaraní. Muy interesante es el diseño de otros elementos arquitectónicos, como los pisos y balaustres.


En la actualidad se mantiene en mejor estado de conservación gracias a importantes trabajos de restauración que se realizaron entre los años 1.940 y 1.950. Desde 1984, integra la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO.


REDUCCIÓN DE LA MISIÓN DE SANTA ANA

Santa Ana provenía de la región del Tape (Río Grande do Sul] donde había sido fundada en 1633.

En 1638 emigró a las costas del Río Uruguay y en 1639 a las del Paraná.

Desde allí se produjo su última mudanza al lugar actual en 1660, realizada por los Padres Romero y Agustín Contreras junto con 2.000 guaraníes de la primitiva Reducción.

Las ruinas de la misión jesuítica de Santa Ana están situadas a escasa distancia de la actual población misionera del mismo nombre, junto al cerro de Santa Ana Peruyé. La zona es de colinas muy suaves y desprovistas de vegetación boscosa, a escasos kilómetros de la ribera del alto Paraná.

La actual población de Santa Ana utilizó el cementerio de la antigua Reducción, situado al lado de la iglesia, hasta hace poco tiempo.

Las ruinas que perduran, son importantes en volumen por tratarse de grandes lienzos de muros.



El muro lateral del templo, que limita al este con el recinto del cementerio, tiene, en parte, hasta cinco metros de altura. Está construido con piedras bien recuadradas, asentadas en barro arcilloso.

Hay también restos de las columnas de madera que sostenían la cubierta, embutidos dentro del espesor del murallón.

En el cerco del actual cementerio es notable el remate de la pared con su perfil a dos aguas trabajado en la piedra.

Al frente de las ruinas de la iglesia y del cementerio, se puede ver hoy un gran espacio abierto, libre de maleza, que corresponde a la antigua plaza.

Rodeando la misma, entre el monte, se advierten los cimientos de las casas de los indígenas.

A pesar del avance de la selva, se puede apreciar la Plaza Central, la Iglesia, las Viviendas, los Talleres y el Cementerio, utilizado por los primeros pobladores de la localidad de Santa Ana.



También se observan lo que fue la estructura productiva de esta Reducción: sus aguas, solares, huerto y sistema de riego escalonado.

No se conocen planos ni mayores referencias históricas que ilustren sobre lo que fue la Reducción de Santa Ana. Pero la particularidad de su emplazamiento, en el que se destacan grandes cambios de nivel, impuso criterios propios al proyecto urbano, cuyo elemento más llamativo es la imponente sobreelevación del conjunto principal, con gran escalinata de acceso, de monumentalidad poco común. Las tiras de vivienda de los indios son diferentes a las de otras reducciones. Se destacan los restos de obras utilitarias, como canalizaciones pluviales y los andenes de cultivo del huerto.

En 1984, Santa Ana fue incluida en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO.

REDUCCIÓN DE SANTA MARIA LA MAYOR:

Fundada por los jesuitas Diego Boroa y Claudio Ruyer en 1626, a fines del siglo se estableció definitivamente sobre una colina, a la vera del arroyo de Santa María y próxima a la margen derecha del Río Uruguay. En esta misión funcionó una imprenta que, entre 1722 y 1724, editó libros de mucho valor como "Arte de la Lengua Guaraní" y "Vocabulario de la Lengua Guaraní", del Padre Antonio Ruiz de Montoya, y "Explicación del Catecismo", del Cacique Nicolás Yapuguay. Estas obras, junto con las impresas en Loreto y en San Francisco Javier, entre 1705 y 1727, constituyen los primeros libros publicados en el actual territorio argentino.



En 1690, la población de Santa María era de 5.500 guaraníes. En la época de la expulsión de los jesuitas, sus campos contaban con gran número de cabezas de ganado vacuno, ovino y caballar. Como otras misiones, fue destruida por fuerzas portuguesas en 1817.



La reducción sigue el tradicional esquema urbano de las misiones, pero presenta algunas características diferenciadas: en primer lugar, se trataba de un núcleo relativamente pequeño: la particular secuencia de plaza y plazoleta; la iglesia, más pequeña que otras, y con singular trabajo en sus artesonados y columnas bien torneadas; por último, la existencia de una cárcel, que se levantaba al lado de la iglesia, formada por siete celdas de gruesos muros. En 1735, un incendio destruyó la iglesia. Sólo se salvó la imagen de la Inmaculada. Se construyó un templo provisorio en el segundo patio de la reducción. Los edificios principales estaban fabricados en piedra o en adobes sobre basamentos de piedra, y las casas de los indios, en adobes. Se conservan importantes vestigios de las construcciones urbanas, así como de obras complementarias de canalización y riego en los alrededores.

Santa María integra la Lista del Patrimonio Mundial desde 1984.

REDUCCIÓN JESUITICA DE NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA

Fundada en 1628 a orillas del Río Iyuí, y tras sucesivos traslados debidos a los ataques de los bandeirantes, Candelaria se trasladó a su emplazamiento definitivo en 1665. La reducción fue sede del Provincial de las Misiones de Guaraníes y su centro administrativo. En el Cabildo de Candelaria, los religiosos a cuyo cargo quedaron las Misiones luego de la expulsión de los jesuitas en 1767, reconocieron a la Junta de Gobierno nombrada en Buenos Aires. Por el tratado de comercio y límites firmado con Asunción en 1811, Candelaria, junto con otros cuatro pueblos paranaenses, quedó bajo la custodia del Paraguay. Recuperados en 1815 por Andrés Guacurarí ("Andresito"), en 1821 fueron tomados nuevamente por los paraguayos, en cuyo poder quedaron hasta 1865.

Los vestigios más notorios de la antigua reducción se encuentran en terrenos de la actual Unidad Penitenciaria de Candelaria; los restos en elevación que persisten, corresponden a la sede del Superior y a los talleres, una edificación que presentaba una planta alta y, probablemente, un subsuelo. Estos testimonios, los más monumentales, llegan a una altura que oscila entre los seis y siete metros. Pueden apreciarse muros en toda su altura, columnas y pisos. Otros vestigios, menos importantes, persisten en los espacios libres de edificación entre las viviendas y en las calles.